La firma francesa lanza una nueva colección de baño que nos sirve como excusa para recordar aquellos maravillosas vacaciones de los noventa. Sus diseños han sido siempre la postal de verano perfecta.
Aquellos maravillosos noventaMuy poca tela y bastante osadía le hicieron falta a Karl Lagerfeld para pegar un revolcón al imaginario y a las ventas del santuario de la moda y la clase que era la casa francesa Chanel en los veranos de 1994 y 1995. El alemán se sentía cómodo tras una década al frente de la marca, revestida de prestigio pero en cierta decadencia hasta que llegó él a los mandos. Cuando sus desfiles no se celebraban aún en el Grand Palais parisino puso el efecto wow en otra parte. En aquella colección la estrella fue un bikini de triángulo en color negro que poco habría destacado si no fuera porque lo llevaba la supermodelo del momento Claudia Schiffer y por un detalle que nadie podía obviar: dos enormes C blancas entrelazadas, logotipo de la marca, en la parte inferior del conjunto. Lagerfeld era el Andy Warhol de la moda.
Claudia, Cindy, Carla, Karen, NaomiTan importante o más como la prenda que se mantendría como icono de culto décadas después es conocer cómo se fraguó su estatus. Eran los años del boom de las supermodelos, un fenómeno que cambió la perspectiva de la moda, o al menos, de cómo se contaba la moda. Por primera vez no se hablaba de las prendas sino de quién llevaba qué. Ellas se contoneaban, sonreían, teatralizaban sus pasos y su alegría sobre la pasarela. Y Lagerfeld (considerado el descubridor de Claudia Schiffer) las tenía a todas, enseñando ropa pero también simbolizando un estilo de vida. Eso fue clave para convertir prendas que ya existían (como el bikini negro) en un icono (perfectamente «paquetizado» a través del logo). Aquí Cindy Crawford con un bañador blanco y negro en el desfile de primavera-verano 1994.
Del «pequeño vestido negro» al «pequeño bikini negro»Lagerfeld nunca elegía una prenda al azar, de ahí que en los veranos de los noventa su manera de reimaginar un clásico de la casa fuera elegir una prenda nueva para la casa (el bikini en este caso) con los códigos de Chanel de siempre** (el color negro, por ejemplo).**Le bastaba una supermodelo como Carla Bruni para lucirlo, y una toalla en la cabeza, en un gesto de frescura veraniega. Por cierto que una toalla muy parecida a las de aquel desfile se puede encontrar hoy en sitios de reventa de moda de lujo como Farfetch por unos 1.200 euros.
buen gusto en 1995Vogue Paris lo definió a la perfección: aquellos desfiles llenos de supermodelos y sex-appeal de mediados de los noventa fueron “un acto de equilibrio entre el buen gusto, el mal gusto, el pasado y el presente”. Como decíamos, Lagerfeld no dejaba de lado ninguno de los códigos clásicos de la casa (Coco Chanel fue su eterna bolsa de inspiración): el blanco y negro, el imaginario masculino, las perlas, la camelia, el tweed, las chaquetas… todo estaba ahí, solamente que revestido de una pátina alegre, explosiva, comercial y optimista. El buen gusto siempre había estado asociado a la casa Chanel, pero ya no era una cualidad inmutable. Y al káiser le encantaba que esto fuera así. Las modelos, ya fuera vistiendo minifaldas y sujetadores de tweed, prendas deportivas, vaqueros anchísimos o pezoneras con el logo de la casa, lo que estaban haciendo era llevar deconstrucciones de los clásicos y personificar el sexy sueño noventero. Luminoso, chillón, divertido y muy lujoso. Eso es lo que le permitiría darse una licencia como este bikini rojo cuajado de strass que llevaba Schiffer en el desfile de la colección de 1995.
C’est tweed, c’est chic!Nadie parecía disfrutar más de este tira y afloja entre lo que era elegante y todo lo contrario que el propio diseñador. Sus modelos del 94 llevaban rombos (como Eva Herzigova en la foto) o tweed, sí, pero nada que ver con lo que hasta entonces se había visto en Chanel.Lagerfeld se atrevió con casi todo. Estampó el logo por todas partes (incluido un conjunto de chandal y bikini de tejido toalla en rosa chicle que puso a Claudia) y se lanzó a explorar territorios que poco tenían que ver con el tailleur francés, como el strass, y aplicarlos a prendas inverosímiles hasta entonces en la casa, como los bikinis de ingles altas y trasero tanga. Lagerfeld fue un maestro explorando nuevos lenguajes para contar una misma historia y un genio del marketing.
El modelo tanga llega a ChanelPor supuesto que aquellos tangas se los puso a las dos “bombas” del momento, Claudia Schiffer y Naomi Campbell. De un plumazo, Lagerfeld estaba desdibujando las fronteras de la marca y expandiendo su horizonte a nuevos públicos de entonces y del futuro: mientras en la calle mujeres como Lady Di llevaban sus reconocibles trajes y chaquetas con un halo de neoclasicismo, la juventud que devoraba las revistas y productos que vendían Claudia y compañía empezaba a desear un logo de Chanel tanto como un artículo pop. Aquel tanga había llegado a la firma para pulverizar clases: ahora todo el mundo quería tener un Chanel.
Las nuevas fronteras del lujoAquí Claudia, con el conjunto rosa chicle que comentábamos, en el desfile de la colección primavera-verano 1996 de la marca francesa.
Los años sexiesPara el verano de 1996 sacó a Carla Bruni a desfilar con unas pezoneras con el logo de la marca y unas bermudas-pijama.En realidad, Lagerfeld lo llevaba diciendo desde su colección de trajes de tweed de colores pastel mezclados con cadenas de gran tamaño, al estilo rapero, y pantalones cortos anchos con tirantes que presentó a finales de 1993: «La moda actual tiene más que ver con la actitud que con los detalles», le dijo a Vogue.El alemán fue la esponja de la cultura pop más importante de la industria pero si consiguió que aquel éxito no le arrollara (ni a él ni a la marca para la que trabajaba), fue porque jamás descuidó lo importante. Podía jugar al enfant terrible pero sus acabados eran siempre exquisitos.
Cientos de looksAdemás de su poliédrica capacidad de trabajar siempre con lo mismo y que resultara siempre nuevo, algo que caracterizó siempre los desfiles de Lagerfeld fue la enorme cantidad de looks que presentaba. En aquellos dos veranos hizo buena gala de su poderío: 136 looks en 1994, 169 en 1995. El propio desfile había pasado a ser un espectáculo.
El poder de la doble CComo se vio durante el desfile del verano del 94, un clásico traje de baño negro de una pieza podía experimentar una transformación de alta costura gracias a la ayuda del logotipo de la doble C, complementado con un bolso acolchado que se llevaba en la cintura. Aquel bañador de apariencia tan simple (pocas prendas de baño más sobrias) y efecto superestrella (recordemos que Lagerfeld se había propuesto flashear con sus colecciones) se convertiría en icono para la marca. Dos décadas después el propio diseñador le dio una nueva vuelta (estética y comercial) al lanzarlo en versión bicolor en aquella colección primavera-verano 2019 que presentó en octubre 2018 en el Grand Palais de París reconvertido en una playa. Aquel fue el último desfile ideado por el alemán, antes de fallecer en febrero de 2019.
Pieza de cultoAunque con los años la firma siguió salpicando sus colecciones de verano con algunos trajes de baño (más contenidos, eso sí), aquellos de los 90 escribieron la postal perfecta del momento y han llegado a hoy convertidos en piezas de coleccionista. En portales de reventa de segunda mano de lujo como Vestiaire Collective o Farfetch se pueden encontrar modelos muy similares a aquellos con precios que oscilan entre los 400 y los 5000 euros.En la imagen, el bañador bicolor en el desfile de 2019.
Un bañador de portadaAunque podíamos esperar que las piezas estrella de aquella colección fueran los bolsos, Instagram sugirió lo contrario. Aquel traje de baño de Chanel rápidamente conquistó la escena digital de la moda. Aupado por la nostalgia de los años 90 que impregnaba la estética del momento, el bañador en cuestión desató el furor en una nueva generación liderada por influyentes como Pernille Teisbaek, Emili Sindlev o Caro Daur. Lo llevaban combinado con vaqueros, cárdigans, sombreros de pescador o riñoneras. El bañador también inspiró la la portada de junio/julio 2019 de Vogue Paris en la que Gisele Bündchen posaba fotografiada en la isla caribeña de Nevis por Mikael Jansson y con estilismo de Emmanuelle Alt.
Coco Beach 2021La firma lanza este verano una colección de baño llamada Coco Beach dedicada a la playa, con motivos florales de camelias entrelazados con la doble C en blusas, shorts, culottes de ciclismo y bañadores, así como en una línea de accesorios: sombrero de pescador, toalla de playa y tabla de wakesurf. La estética es decididamente deportiva y combina lo femenino y lo masculino: “El refinamiento es la palabra clave, como lo demuestran las chaquetas y blusas en popelina de algodón, muselina o rizo sobre trajes de baño adornados con un lazo”, reza la nota de prensa de la firma. La imagen de la campaña la protagoniza la artista Angèle (“Los estampados de la colección me recuerdan a Hawaii, en los sombreros de pescador, las camisas de verano y las bermudas, cuyos cortes me encantan, todo es muy veraniego”), fotografiada para la ocasión por Oliver Hadlee Pearch. La colección se estrenó durante el mes de mayo en la boutique de temporada de Saint-Tropez, así como en la boutique efímera de la isla de Jeju en Corea del Sur, ya están disponible en una selección de boutiques Chanel de todo el mundo.
Mónica Brun
Fashion Stylist