Hippie Chic

Cómo la moda se apropió del look ‘boho’ De nuevo, la moda hizo de la contracultura un fenómeno masivo al que también sacó partido. Sin figuras como la de Thea Porter no se entendería la estética bohemia que hoy es tendencia

De la contracultura al hippie chic cómo la moda se apropió del look ‘boho

En los tricotados de  Missoni , los estampados de  Etro  y Altuzarra y la
artesanía de Gabriela Hearst. El look boho se encuentra en el corazón
de las firmas que lo convirtieron en su ADN, y aunque no podemos
hablar de tendencia si nunca desapareció, hoy ha vuelto a irrumpir con
fuerza en la pasarela. Con él reaparecen en escena esos otros 2000, los
que definieron Sienna Miller o Kate Moss vestidas de Matthew
Williamson. Era 2013, o 2014. Para aquellos cuya memoria no arranca
hasta los años 90, la visión de lo que representaban las chicas boho era
una versión, pulida y empaquetada, de lo que se entiende por moda
hippie. Un cóctel de ropa antigua y diseños coloridos, sazonado con el
desaliño justo del grunge.

Altuzarra propone un otoñoinvierno 20222023 boho.

Altuzarra propone un otoño-invierno 2022-2023 boho.

Las gemelas Olsen vinieron a representar ese estilo que convirtieron
en el sello de su guardarropa. Fueron, de hecho, dos de sus mejores
embajadoras. Pero cuando lo defendieron en la alfombra roja de la
Met Gala, allá por 2017, la industria llevaba décadas lucrándose de las
chaquetas de cosaco y las camisas de campesino bordadas. Como
sucedió con el punk, con los teddies y, en general, con todas las tribus
urbanas, la moda fagocitó una contracultura para convertirla en
cultura pop, al alcance de todos. La generación del flower-power y
los chalecos de ganchillo evolucionó hacia una Alta Costura opulenta
que encontró en otras culturas su principal motor creativo. Los
términos en los que se llevó a cabo esa apropiación forman parte de
una historia que justifica precisamente cómo las élites acabaron
adueñándose de la estética hippie más nicho.

moda flash

Mary-Kate y Ashley Olsen en la gala MET 2017.
 Getty Images

Lo primero de todo, ¿de dónde viene la
idea de look bohemio?
Parece de lo más descabellado vincular a Sienna Miller con las óperas
de Giacomo Puccini. Pero como suele suceder en la mayoría de casos,
todos los ámbitos culturales están relacionados entre sí. La idea de
“bohemio” que hoy asociamos a una vida a contracorriente en los
círculos artísticos y literarios está directamente vinculada al término
en francés. Para el país galo, “les bohémiens” eran aquellas gentes
romaníes que llegaron a Francia desde Bohemia, (lo que es hoy la
República Checa). La libertad y el estilo de vida al margen de la ley
que vincularon a la población gitana se romantizó y sirvió de punto de
partida para un auténtico fenómeno que alcanzó desde la ópera (La
Bohème), la literatura (Escenas de la vida bohemia) o la pintura (En
verano:la bohemia, de Auguste Renoir). En Reino Unido, la imagen
del bohemio se ligó a la hermandad prerrafaelita y el movimiento
estético de mediados del siglo XIX.
A grandes rasgos, tenemos los ingredientes principales para la esencia
del look boho. Por un lado, “gypsy”, gitano en inglés, es el calificativo
que más se (mal) utiliza a la hora de hablar de los referentes detrás de
la moda boho. Por el otro, esos vestidos fluidos que llevaron Jane
Morris y otras mujeres de la hermandad prerrafaelita, un pastiche de lo
artesanal y lo medieval, están íntimamente ligados a los que
definieron los años 60 y 70. “El romance de las leyendas artúricas y la
vida bohemia de los artistas que estaban reformulando estas historias
parecen muy alineadas con nuestro tiempo”; comentó en una ocasión
Jimmy Page, que aparte de integrar los Led Zeppelin, coleccionaba
obras de prerrafaeitas como Edward Burne-Jones.
A comienzos de s. XX, el artista británico Augustus John y su
mujer Dorelia McNeill serían otro ejemplo claro. No solo por
lanzarse a vivir en dos caravanas gitanas junto a sus hijos en los
campos de Cambridge, sino también por el armario de Dorelia.
“Antes que ella en este siglo ninguna mujer vistió aquellas ropas que
eran casi indias, y, sin embargo, enteramente europeas. Que son
clásicas y sin embargo, han abstraído algo de las personas gitanas”;
describía Cecil Beaton. Sus faldas largas y sus colores, tan

influyentes, perfilaron un look muy claro que todas, de Viva King a
Edith Sitwell, quisieron imitar.

Penelope Tree en el lago Kashmir con un caftn brillante y detalles de cuentas de coral .

Penelope Tree en el lago Kashmir con un caftán brillante y detalles de cuentas de coral
(1969).David Bailey

Sesenta años después, esas vidas bohemias no las llevaban tanto los
artistas, sino más bien una generación procedente del distrito Haight-
Ashbury de San Francisco que quiso desmarcarse del establishment.
Aunque la mayoría de los hippies procedían de clase media o alta y
tenían un hogar al que volver cuando dejasen su vida de contracultura,
a efectos estéticos ellos representaron la alternativa que contrarrestaba
una incipiente moda rápida con prendas hechas a mano y harapos
vintage. “Hoy nada está pasado de moda porque todo está de
moda. Cualquier prenda de cualquier época está a disposición de
todos”, dijo el filósofo Marshall McLuhan en 1968. A esta imagen
también contribuyeron las estrellas del rock. De hecho, según señala
Emmanuelle Dirix en  Dressing the decades , la música fue
instrumental a la hora de trasladar las influencias hippies a la
moda de la calle. “Los Beatles, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Joni
Mitchell pusieron estos looks de la contracultura en el foco. Mientras
que la moda al principio era reacia, se adoptaron pronto”, señala.

El fenómeno imparable de las tiendas
vintage
Resulta imposible entender los inicios del pret-à-pôrter sin tener en
cuenta la fiebre de las boutiques que brotaron, como setas, en las
calles de las principales capitales europeas. Londres fue mucho más
rápida que París en entender las necesidades de una juventud que se
agolpaba ante los escaparates, ávida de novedades y de ropa asequible.
Que la moda hippie derivase en parte de los mods británicos justifica
este desmarque y lo diferencia de la que se llevaba en Estados Unidos:
“La escena londinense era más consciente de la moda y más chic
que su equivalente estadounidense”, sostiene Gavin Baddeley
en Street Culture. Al frente de Biba, Barbara Hulanicki fue de las
primeras en captar el espíritu de mediados de los 60: mezclando
prendas de los años 20, 30 con estilos victorianos, del Art Nouveau o
del Decó, dibujó esa chica independiente a la que aspiraban los grupos
de amigas que se acercaban a comprar a su local de Kensington
(Londres).

vestido boho tendencia primavera verano 2020 crochet penelope tree

Penelope Tree con un vestido de ganchillo multicolor con mangas campana de Louis Feraud
(Vogue, 1969).John Cowan
Había distinciones en lo que los jóvenes llevaban y la forma de
hacerlo, especialmente en cuanto a la ropa vintage: como explica
Jonathan Walford en Sixties Fashion, mientras en Estados Unidos el
vintage se convirtió a través del movimiento hippie más bien en “una
expresión de rebelión contra la conformidad y la opulencia”, en la
capital británica era “una extensión del dandismo mod y del granny
chic”. Es decir, si en Londres el estilo hippie era una mezcolanza de
prendas reales, antiguas y otras con deje étnico, en Estados Unidos
tendía a ser intencionadamente desgastada y descoordinada, con una
motivación detrás más política que artística.

En 1966 la revista Life se hizo eco del fenómeno a través de un
artículo en el que explicaba cómo los jóvenes ingleses estaban
cambiando Carnaby Street por el mercadillo de Portobello Road.
“La fiebre por las prendas antiguas brota de una feliz combinación de
looks estilosos y de la economía”, apuntaban, haciendo hincapié en los
vestidos de noche de los años 20 y los camisones victorianos como los
más buscados. A este barrio solía acudir Jimi Henrix para comprar sus
chaquetas de húsar, como aquella de la Royal Veterinary Corps que le
granjeó una llamada de atención por parte de la policía, que lo
consideraba una ofensa a la memoria de su dueño original.
Una de las tiendas más míticas de Portobello Road fue I was Lord
Kitchener’s Valet, que vendía vestidos de época victoriana y
uniformes militares retirados del servicio. Eric Clapton fue uno de los
primeros en comprarse una de esas chaquetas a comienzos de 1966,
con el debut del primer álbum de Cream. Allí Mick Jagger también
adquirió una chaqueta de guardia de granaderos y la llevó en Ready,
Steado Go, mientras interpretó Paint in Black. Era mayo de 1966: “A
la mañana siguiente había una cola de unas cien personas
queriendo comprar la prenda… hacia la hora de comer habíamos
vendido todo lo de la tienda”; confesaba Robert Orbach, responsable
del local, en una entrevista.

Así lucía el escaparate de la tienda I Was Lord Kitchener's Valet en 1967.

Así lucía el escaparate de la tienda I Was Lord Kitchener’s Valet en 1967.Michael Putland/Getty
Images

El testimonio de Orbach daba buena cuenta de un fenómeno en
ciernes: el de las estrellas del rock como una influencia en el
armario de la gente de a pie. Incluidas las prendas de segunda mano,
por mucho que el hecho dejara perplejos a diseñadores como James
Galanos. Pero esta preferencia es mucho más que una anécdota, como
dejó bien claro el fenómeno de la ropa militar. Aunque algunos
veteranos de guerra no estaban muy contentos con que se llevasen
uniformes militares por moda, esto no impidió que las compras de
John Lennon o de Mick Jagger se trasladasen a las calles. En Reino
Unido esta elección no entrañaba ningún mensaje político, pero en
Estados Unidos llevar una chaqueta khaki con una flor prendida en
un ojal era una manera de protestar silenciosamente contra la
guerra de Vietnam. Efectivamente, la tendencia había dado el salto a
Estados Unidos, donde las jóvenes escarbaban en tiendas de segunda
mano buscando uniformes auténticos de la Primera Guerra Mundial:
“Lo llaman ‘ropa con alma’ porque son un artículo
genuino”; recogía la revista Life en 1966. Que Yves Saint Laurent
triunfase a finales de los 60 con la sahariana (inspirada en
los Afrikakorps) es la perfecta guinda para un pastel que comenzó a
gestarse en cierto modo en las estanterías de los establecimientos
vintage.

Chaqueta roja comprada en I Was Lord Kitchener's Valet que lució Mick Jagger en el show Ready Steady Go en 1966.

Chaqueta roja militar comprada en I Was Lord Kitchener’s Valet que lució Mick Jagger en el
show Ready, Steady, Go, en 1966.Dave J Hogan/Getty Images

La sahariana con la que Yves Saint Laurent triunfó en 1969 es un buen broche a la tendencia por las prendas de uniformes...

La sahariana con la que Yves Saint Laurent triunfó en 1969 es un buen broche a la tendencia
por las prendas de uniformes militares vintage que caló a finales de los 60.Credit ©Rue des
Archives/RDA / Cordon Press

Otra de las aventuras empresariales más destacables en Londres
fue Granny Takes a Trip, que abrió en King’s Road en 1966. Todo
empezó cuando sus fundadores, el periodista Nigel Waymouth y su
novia, Sheila Cohen, intentaron vender la colección de prendas
vintage de ella. Allí se podían encontrar igualmente polisones
victorianos, vestidos de charlestón o cascos de la guerra de los Bóers.
Pero el negocio amplió sus miras más allá de la segunda mano cuando
aterrizó John Pearse, un sastre de Savile Row. La iniciativa solo duró
cuatro años, pero fue un tiempo suficiente para convertirse en una
dirección imprescindible para clientes como Anita Pallenberg, los
Beatles o Jimi Hendrix.
Al otro lado del charco, los extravagantes looks de The Charlatans, a
medio camino entre las piezas western y las prendas vintage,
contribuyeron a sembrar la semilla para esta estética en Norteamérica.
Detrás de los conjuntos hippies de Janis Joplin estaría Linda
Gravenites, una figurinista con la que empezó a trabajar en 1967 y
que se pasaría los dos años siguientes creando para ella trajes sastre
con manteles de encaje, bolsos a partir de vestidos de cuentas de los
años 20 o ponchos cortados de chales de piano con flecos. Otro de los
referentes fueron Sonny y Cher, cuyos fans acabaron imitando los
cientos de pantalones de campana de colores que fueron parte de su
imagen.

Janis Joplin.

Janis Joplin.Elliott Landy / Getty Images

Como sucediese a finales del s. XIX, las tiendas en los años 60
también importaron modas exóticas, como kurtas indias, chalecos de
piel de cabra o abrigos con motivos paisley y forros de pelo blanco,
que se popularizaron después de que John Lennon luciese uno tras el
lanzamiento de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, en mayo de

  1. En Estados Unidos, Los Ángeles aglutinaba direcciones
    imprescindibles como Bootstrings o Sat Purush. En Nueva York, las
    boutiques imprescindibles eran Abracadabra, Serendipity o
    Paraphernalia: aquí empezó su carrera Betsey Johnson, que decidió
    emprender por su cuenta y acabó aliándose con una firma deportiva
    junior con la que empezó a diseñar a comienzos de los años 70 bajo el
    nombre de Alley Cat label. Todavía puede encontrarse alguno de sus
    vestidos a lo casa de la Pradera en Etsy de aquella época.

John Lennon con un abrigo de piel de inspiración afgana en la fiesta de lanzamiento de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club...

John Lennon con un abrigo de piel de inspiración afgana, en la fiesta de lanzamiento de Sgt.
Pepper’s Lonely Hearts Club Band, en 1967.

Ringo Star con un chaleco con forro de borrego de inspiración oriental.

Ringo Star con un chaleco con forro de borrego de inspiración oriental.

Los textiles y la ropa africana se hicieron especialmente populares
entre los afroamericanos, cuyo interés aumentó con la lucha por los
derechos civiles. En Life también se hicieron eco de la tendencia:
“Cuando llevaba mis diseños a las tiendas hace cinco años, la manera
más rápida de darme puerta era mencionar a África”, comentaba para
la publicación la diseñadora Khadejha. “Muchos afroamericanos han
comenzado a tener un fuerte sentido de identificación con África y su
historia, el folclore y el arte”. Como recoge Sixties Fashion, en
Harlem The New Breed fue una de las boutiques que se acabó
especializando en este tipo de prendas.

El auge de los diseñadores del boho chic
Entre finales de los años 60 y principios de los 70 la estética hippie era
el referente por excelencia. La inspiración había invertido su
dirección: ya no eran los modistos los únicos que marcaban tendencia.
“Lo que veías en la calle al final se convertía en lo que veías en los
desfiles. La gente estaba juntando cosas de la manera más interesante
y creativa, y los diseñadores lo estaban viendo”; concedió en una
entrevista el fotógrafo Baron Wolman, que además de retratar a las
principales groupies, co-creó Rags, la revista de moda que nació como
respuesta a la dictadura de la moda de la época.

Las prendas bohemias llegaron hasta los sitios más inesperados, como
la nieve: “A todo el mundo le gusta vestir como un zíngaro hoy en
día, incluso a los esquiadores”, recogía Vogue en noviembre de

  1. El fenómeno respondía a una auténtica fascinación por todo lo
    que tenía que ver con los parajes más recónditos del planeta.
    Si National Geographic y otras publicaciones afines nutrieron las
    imaginaciones de occidente con culturas exóticas, Vogue vino a hacer
    lo propio con la editora Diana Vreeland al frente: “El ojo tiene que
    viajar”; solía decir en su cita más célebre. Del mismo modo,
    fastuosos editoriales de moda inmortalizados en India o en Egipto
    contribuyeron a poner la vestimenta de esos países en el punto de
    mira.

Las culturas orientales fueron una de las bases fundamentales para el look boho de los años 60.

Las culturas orientales fueron una de las bases fundamentales para el look boho de los años
60.David Bailey
Esos periplos también vertebraron la creatividad de los diseñadores.
Antes de  glamourizar el punk , Zandra Rhodes hizo algo similar con
el atuendo bohemio. De un viaje a Australia surgiría el motivo ‘Ayers
Rock’ con el que imprimió vestidos de seda y chiffon. La británica
había estudiado textiles en el Royal College of Art de Londres, donde
había conocido a Sylvia Ayton, con la que abrió su propia tienda en

  1. Su primera colección independiente, ‘ Knitted circle ’, consistió
    en vestidos tipo caftán de sedas pintadas a mano con motivos tomados
    de puntadas de bordados. Con algunos de estos diseños apareció
    Natalie Wood en Vogue a comienzos de 1970, además de servir como
    vestuario escénico para la Royal Shakespeare Company ese mismo
    año.

Natalie Wood descalza luciendo una de las telas ‘Knitted Circle de Zandra Rhodes .

Natalie Wood, descalza, luciendo una de las telas ‘Knitted Circle’ de Zandra Rhodes
(1970).Gianni Penati

Zandra Rhodes era la diseñadora detrs de este editorial ‘boho fotografiado por Gianni Penati en 1970.

Zandra Rhodes era la diseñadora detrás de este editorial ‘boho’ fotografiado por Gianni Penati
en 1970.Gianni Penati
La alianza de Rhodes y Ayton no fue la única. El periodo vino
marcado por una moda con una creatividad detrás compartida,
especialmente con profesionales textiles. A Ossie Clark, que estudió
en el mismo sitio, quizá no se le entendería igual sin dos mujeres. Por
un lado, Alice Pollock, la diseñadora con la que tenía la boutique
de Quorum. Por el otro, Celia Birtwell, la diseñadora textil con la
que acabó casándose en 1968. Ella diseñó muchos de los estampados
con los que Ossie Clark contribuyó a la moda bohemia a través de
vestidos de volantes multicolores. Incluso los de su línea más
asequible, Ossie Clark for Radley. Sus diseños lánguidos, que han
comparado con el estilo prerrafaelita, no tardaron en encandilar a
iconos como Marianne Faithfull. El diseñador también vistió a Mick
Jagger: suyos fueron los suntuosos monos que lució el líder de los
Rolling Stones en su gira de 1972. Aunque se hizo célebre por sus
vestidos de chiffon y por sus reinterpretaciones de las prendas con
corte al bies de los años 30, Clark también era un gran cortador, y
dominó la sastrería. De hecho, fue de los primeros en producir trajes

para mujer, sin dejar de lado ese espíritu bohemio con un toque de
rock and roll.

Jane Birkin con un look de Ossie Clark y joyas de Gripoix .

Jane Birkin con un look de Ossie Clark estampado y joyas de Gripoix (1969).Patrick Lichfield
 
A Bill Gibb se le atribuye infundir a la moda británica un
romanticismo que acabaría empapando el ideario de diseñadores
posteriores como John Galliano. Como hijo de unos granjeros
escoceses criado entre montañas y castillos derruidos, la imaginación
fue un músculo que ejercitó poderosamente desde la infancia. “Mi

caballero de reluciente armadura”; le solía llamar Twiggy, a la que
vistió a menudo con creaciones como el look que la modelo llevó a la
premiere de The Boyfriend. Gibb, que estudió con Zandra Rhodes y
Ossie Clark, fusionó sus tejidos fluidos con el punto vanguardista
de Kaffe Fassett, su colaboración más fructífera. Este artesano
californiano tenía una manera poco ortodoxa de abordar los tejidos de
punto, en los que primaba el color y los motivos geométricos por
encima de todo. Junto a él, Bill Gibb encapsuló el etnicismo de una
manera sofisticada. “Por primera vez, los jóvenes que trabajan en la
industria textil están haciendo prendas que son relevantes para la
forma en la que viven”, opinaba el Vogue británico en 1962. “La
nuestra es la primera generación que se puede expresar en sus propios
términos”.

Con este estilismo de Bill Gibb decidió acudir la modelo Twiggy al estreno de The Boyfriend en
1970.Justin de Villeneuve/Getty Images

Pilar Crespi con un estilismo de la poca de Bill Gibb en Baccarat .

Pilar Crespi con un estilismo de la época de Bill Gibb en Baccarat (1970).Gianni Penati
Como a Gibb, a Giorgio di Sant’Angelo se le relacionó con una
creatividad sin límites, impulsada por la nostalgia por otras culturas.
Su primera colección, presentada en 1968, tomaba estilos de los
aztecas o los navajos, fusionados con motivos caleidoscópicos y
estampados tie-dye. “Con diseños que brotan de su imaginación como
sueños en plena floración, una geisha, un gitano imprudente – Giorgio
di Sant’Angelo se ha convertido en la nueva fuerza más destacable de
la fantasía”, recogía la revista Life en marzo de 1969. El diseñador
italiano había dado sus primeros pasos en la joyería multicolor, que
captó la atención de Diana Vreeland. Para Vogue, sus creaciones
serían a menudo llevadas por Verushka. Pero no fue la única: Naomi
Sims fue otra de las maniquíes a las que vistió, como la sesión multiétnica que capturó Irving Penn para la revista, en septiembre de

  1. Junto a otras modelos afroamericanas como Pat Cleveland o
    Beverly Johnson, Sims figuró en muchas presentaciones de
    Sant’Angelo sobre la pasarela, en un reflejo del movimiento Black is
    Beautiful que arrampló con el cánon de belleza imperante.

La modelo Veruschka con un estilismo ejecutado por Giorgio di Sant'Angelo .

La modelo Veruschka con un estilismo ejecutado por Giorgio di Sant’Angelo (1968).Franco
Rubartelli

Thea Porter, la madre del caftán
Cuando Kate Moss se casó con Jamie Hince en 2011, no solo se
reseñó su vestido de novia de Galliano. El “algo azul” que llevó a su
preboda fue un diseño romántico de gasa, con lazo desde la cintura
hasta el bajo. Como buena chica boho, la elección de Moss había
recaído en uno de los ‘gypsy dresses’ estrella de Thea Porter. Era el
mismo modelo, en otros colores, que habían vestido antes Jane Fonda
o la cantante Stevie Nicks. Porter fue una de las primeras
diseñadoras británicas en llevar el hippie chic a su culmen de
visibilidad,como escribió el New York Times en su obituario, en el

  1. También se le atribuye el mérito de haber trasladado el look
    bohemio a la pasarela londinense y consecuentemente, a las cadenas
    de tiendas del país. “Este fue un periodo en el que toda una
    generación de mujeres se unió al diseño de moda y textil y dio
    forma a nuestro entorno, sin que se les concediera mucho crédito
    por ello fuera del mundo del diseño”, concedió Celia Joicey,
    directora del London’s Fashion and Textile Museum, con motivo de la
    exposición que le dedicó el museo en 2015.

Kate Moss en su preboda con un ‘gypsy dress vintage de Thea Porter en 2011.

Kate Moss en su preboda con un ‘gypsy dress’ vintage de Thea Porter, en 2011.Neil Mockford

Jane Fonda con otro ‘gypsy dress de Thea Porter en los años 70.

Jane Fonda con otro ‘gypsy dress’ de Thea Porter, en los años 70.Silver Screen Collection/Getty
Images

Cuando ella entró en escena a finales de los 60, Hollywood ya estaba
encandilado con las versiones del caftán con la que habían
experimentado Christian Dior o Cristóbal Balenciaga. Occidente era
muy consciente de estampados como el paisley, que los diseñadores
copiaron de viajes a países como Afganistán. Sin embargo, los
diseños de Thea Porter destacaron por encima del resto. Desde su
tienda en Greek Street del Soho londinense, Porter enseñó a sus
clientes a apreciar los rasgos que definían una falda sirwal o una
chaqueta chazara. Pero sobre todo, a distinguir entre un caftán y
una abaya, o un yalaba bereber, más largo, de un dashiki africano,
más corto. Ella conocía, de verdad, cada sutileza: como hija de
misioneros, había nacido en Jerusalén y se había criado entre
Damasco y Beirut. Pasó buena parte de su vida en Oriente Medio,
hasta que su divorcio del embajador británico en El Líbano, Bob
Porter, le hizo trasladarse a Londres.

Jane Holzer con un caftn negro de chiffon con pantalones de terciopelom de Thea Porter .

Jane Holzer con un caftán negro de chiffon con pantalones de terciopelom de Thea Porter
(1969).Jack Robinson

Conjunto de Thea Porter con pantalones de terciopelo y blusa estampada .

Conjunto de Thea Porter con pantalones de terciopelo y blusa estampada (1971).Gianni Penati

En la capital inglesa, Thea abrió en 1966 una tienda de interiorismo,
cuya oferta iba desde cojines hechos con tejidos orientales, pasando
por cortinas o caftanes antiguos. Aquí acudieron los Beatles, para
decorar Apple, su (desastrosa) boutique de ropa. A la decoración le
siguió la moda masculina: Elton John fue uno de sus primeros
clientes. También Pink Floyd, a los que vistió con chaquetas bordadas
y blusas potentes para la carátula de su álbum The Piper at the Gates
of Dawn, un año más tarde. De Thea Porter Decorations pasó a Thea
Porter Couture, creando diseños a partir de esos mismos suntuosos
tejidos que había vendido para el hogar. “Quiero que mis prendas sean
como fabulosos vestidos plisados de seda de Fortuny”, dijo en una
ocasión. “Una tela bonita es para siempre […] Si es una buena pieza,
parece incluso mejor años después. […] Lo que odio son las que
parecen nuevas”.

Monica Brun

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