Desde los inicios de la alta costura y el prêt-à-porter, los estándares raciales que han favorecido a la industria de la moda siempre se han remitido históricamente a una mujer caucásica y de estética hegemónica. Gracias a los efectos de las revueltas de Mayo de 1968 en París, el racismo comenzó a tornarse en parte importante de la agenda política transversal y el concepto comenzó a aparecer en las conversaciones cotidianas. Hoy en día, el racismo divide aguas políticas e ideológicas y su manifestación ha extendido su alcance a ámbitos de consumo, como en el caso de la moda y la cosmética. Debates como la falta de reconocimiento de talentos negros, así como la denominación del color «nude» a la piel arquetípica de la raza blanca ha encendido las alarmas a la luz del surgimiento del movimiento Black Lives Matter.
El CFDA (Consejo de Diseñadores de Moda de Estados Unidos), sostuvo una reunión en junio para tratar con urgencia este tema y así buscar un acuerdo para unificar posturas al respecto. Aunque se llegó a un consenso de generar un plan de acción, la percepción fue el de un anuncio tibio. Finalmente, en agosto de este año, el conglomerado nombró a su primera presidenta mujer y de raza negra, la diseñadora CaSandra Diggs, quien en conjunto con la junta directiva -presidida por Tom Ford- nombró a un Black Advisory Board (junta de consejeros negros), para establecer paridad y poner en la mesa discusiones sobre iniciativas en pro de los talentos negros en la industria de la moda.
Por otra parte, Lindsay Peoples Wagner -editora de Teen Vogue- y Sandrine Charles -consultora en comunicación corporativa- formaron el Black In Fashion Council, organización que tiene por objetivo el velar por la inclusión de talentos negros en las industrias de la moda y la belleza. De esta forma, mediante un extensa y minuciosa checklist inspirada en modelos utilizados por Human Rights Campaign, el consejo ofrece orientación y gestión del cambio para llevar diversidad aplicada a la cultura corporativa de empresas de diverso tamaño. Marcas como GAP, L’Oreal y Tommy Hilfiger se van vuelto pioneros en tomar la iniciativa y se encuentran actualmente trabajando con el Black In Fashion Council para fortalecer aún más sus políticas de diversidad e inclusión.
Finalmente, la industria de la moda está actuando con rapidez para adaptarse a los nuevos requerimientos de transparencia, inclusión y tolerancia. En un año convulsionado y que está forzando los cambios de paradigmas, es de esperarse que la moda inicie un proceso en el que nos reconozcamos en ella con empatía y abrazando la diferencia. Mientras que la frivolidad de la moda es condenada por una inmensa mayoría, se debe reconocer que es una de las grandes industrias de consumo que, hoy por hoy, está siendo agente de cambio.
Cristián Pavez Díaz