José Luis San Miguel de Pablos, geólogo y doctor en filosofía, 67 años, madrileño, lleva años preguntándose sobre la consciencia desde la filosofía y hoy le sobran argumentos para afirmar que la concepción materialista de nuestra sociedad es la responsable de la crisis socioeconómica.
Dice que el alma no es ningún fluido etéreo que entra y sale del cuerpo, es la consciencia; y que hoy a todo se le ha desposeído de alma: a la naturaleza, al universo, a los animales y al hombre.
Entiende la espiritualidad como una dimensión más de la vida que surge sencillamente de conectar con el fondo de uno mismo y darse cuenta de que tiene que ver con todos y con todo, argumentos que esgrime en su ensayo La rebelión de la consciencia y sobre los que se explaya en esta entrevista.
– Nunca he entendido del todo eso del ser o no ser…
– Sucede que es más complejo de lo que parece. El ser está detrás del pensar, como lo está un dolor de muelas: el sentir. El ser es el testigo de cualquier experiencia.
– El sentir depende del sistema nervioso.
– Organiza, centra, focaliza la consciencia pero es muy probable que no la produzca. Filosóficamente defiendo que la consciencia es una propiedad del universo.
– Alma ¿es un sinónimo de consciencia?
– Sí. Yo no creo que el alma sea una sustancia etérea que entra y sale del cuerpo. Hay que darse cuenta de la enorme importancia que tiene «ser» en este sentido hamletiano y espiritual básico. Si no te enteras del dolor, del goce, la duda… no hay nada.
– Otro de sus temas es el estudio de la teoría de Gaia. ¿La tierra tiene consciencia?
– Según esta hipótesis de James Lovelock, que fue secundada por la prestigiosa bióloga Lynn Margulis, la tierra es una realidad viva y auto organizada. La gran cuestión es si ahí puede haber una consciencia global.
– ¿Usted qué cree?
– Que la consciencia es básica en el universo, que no es algo que emerge con la evolución. La consciencia es la base de todo, pero el materialismo filosófico nos ha llevado a creer que es irrelevante. Para Descartes los animales eran máquinas.
– Hoy ya sabemos que no lo son.
– Pero nos costó mucho saberlo y se les ha infligido e inflige mucho sufrimiento debido a esa creencia. Todavía legalmente los animales son cosas, no seres. El materialismo machacó a los animales y degradó profundamente a los humanos.
– Y ninguneo la consciencia...
– Si, desde hace más de dos siglos. Hoy tenemos la tecnociencia que es poder, pero también es pérdida de sabiduría.
– Defíname sabiduría.
– Darse cuenta de lo esencial. Hemos ido perdiendo pie en lo esencial de una manera tremenda. La consciencia, al no ser un objeto, no podía ser estudiada científicamente y se ha considerado algo místico, irrelevante, lo que equivale a considerar a los seres humanos no científicos, místicos e irrelevantes.
– ¿Y qué produce esa manera de pensar?
– La deshumanización en el doble sentido: el de perder contacto con nuestra esencia, y el de dejar de ser humanos, es decir buena gente, porque si tú no valoras la consciencia del otro, si el otro es una especie de máquina, un amasijo de fluidos orgánicos y de cromosomas… ¿a ti qué te importa el otro?
– Igual no es tan extremo el tema.
– Los animales están considerados eso, pero ahí toparíamos con la autoconciencia.
– Perdone pero primates, delfines, elefantes y hasta cuervos la tienen.
– Y ahora han concluido que también los pulpos y los calamares. Sí, aunque nos los comamos deberíamos reconocer que ahí hay otro ser. Las tribus primitivas se los comen, pero antes les piden perdón.
– No sé si es un consuelo…
– El animal es la primera víctima propiciatoria del materialismo filosófico y por extensión el humano.
– El «todo es materia» ya no se sostiene científicamente.
– Pero nos quedamos con la idea de que todo lo que no es tangible es despreciable. El materialismo ve la consciencia como una ilusión de nuestra mente, pero si es un autoengaño, ¿quién se auto engaña? Es una teoría tan contradictoria que es increíble que se le de beligerancia.
– ¿Y por qué triunfó tanto?
– Porque simplifica mucho, fue útil para desarrollar una ciencia material que condujo a la tecnología, y algo muy importante: elimina muchos problemas éticos.
– ¿De qué tipo?
– Descartes le fue muy útil a la Iglesia Católica y al poder porque esa teoría permitió desposeer de alma a grupos humanos (indígenas, negros, mujeres, judíos). Desde el siglo XVII la gran mayoría de humanos eran cosas y solo algunos privilegiados tenían alma.
– Entiendo.
– Si nos damos cuenta de que somos consciencia, cuando conectamos con otro ser por la vía de la afectividad, del amor y la comunicación empática, tenemos la evidencia de que «el otro» también es un ser.
– ¿Y ser consciente de la consciencia cambia algo?
– Nuestro comportamiento. Y eso tiene una aplicación en la sociedad y en la política: no se puede estar en un capitalismo egoísta e individualista a ultranza si tienes en cuenta que el ser es lo que nos une a todos.
– Sin categorías humanas, sin vips.
– Un aislamiento psicológico basado en el tener, en el dinero, no te puede permitir ser feliz, porque la felicidad es compartir, conectar con los otros. La felicidad colectiva es la única felicidad posible.
Parte de esta entrevista a Jose Luis San Miguel de Pablos filósofo, es mi editorial de Agosto, vivimos en un mundo muy convulsionado, con pérdidas de moral, de sentido del prójimo y de vivir como si no nos importara el otro…, alguna vez pensaste que siente el alma…, qué función tiene mi comportamiento sobre el otro…, no hay felicidad si no es colectiva…, entre muchos con esta breve reflexión sobre el comportamiento humano, quiero dar la bienvenida a este número de agosto muy bien representado por dos mujeres que ponen el alma, una en el canto Kristine Opolosky en su canto de ópera, y en Valeria Notari en su arte de crear, nos presenta su última colección destino mujeres que ponen el alma a sentir en cada presentación. Como dice San Miguel de Pablos, la importancia de darse cuenta de lo esencial, este número está dedicado a todos aquellos que aman la felicidad ajena y que ponen el alma en cada hecho creativo. Y a los que creen que la conciencia es la base de todo.
Bienvenidos a una nueva edición
Monica Brun
Dirección editorial