por Atenas Hernández

Redefiniendo el estilo y el lujo en la actualidad

Podríamos definir el estilo como el conjunto de rasgos peculiares de una persona, aquellos que lo caracterizan y confieren una personalidad propia y diferenciada. El estilo, por lo tanto, iría mucho más allá de la ropa. Si queremos ceñirnos a la moda, sin embargo, podríamos describirlo como la forma de vestir propia de cada individuo, que contribuye a definirlo y diferenciarlo de los demás.

Yo entiendo el estilo más bien como un proceso, casi siempre inconcluso. En ese sentido, iría más allá de los gustos personales. El estilo sería una suerte de camino, de viaje que puede durar años o hasta décadas, por el que cada uno va dando con aquello que más le favorece y, sobre todo, con lo que puede sentirse cómodo y ser uno mismo. En definitiva, nuestro estilo al vestir debería ser un reflejo de nuestra personalidad.

El lujo, por otro lado, me parece un concepto más difícil de definir. Mal entendido, el lujo vendría a ser algo prescindible que supone, sin embargo, un alto coste, ya sea de tiempo o de dinero. Así es percibido por mucho. Existen, claro, otras acepciones. Para la Real Academia Española de la Lengua, por ejemplo, puede ser también una “cosa valiosa, excepcional o extraordinaria”.

Convendremos que, muchas veces, el lujo es sólo una forma de ostentación. También puede ser una vía más sutil para mostrar un determinado estatus socio económico. Éste último sería el caso del llamado “lujo silencioso”, aquel que sólo pueden percibir aquellos que pertenecen a una misma élite y que, recientemente, ha popularizado la serie Succession, de HBO. Hago un inciso para recomendársela encarecidamente no sólo a todos los interesados en el mundo de las finanzas y las grandes corporaciones, sino también a los amantes de la moda y, en general, a cualquiera que busque una buena (más bien buenísima) serie. 

Yo prefiero quedarme con la segunda acepción y entender el lujo como la búsqueda de la excepcionalidad, ya sea en términos de calidad o diseño. Por eso, les recomendaría tratar primero de definir su estilo (en caso de duda, siempre recomiendo ignorar las últimas tendencias y apostar por un estilo clásico). Una vez conscientes de cuál es nuestro estilo personal, el segundo paso sería invertir en unas pocas prendas básicas y atemporales. Llegado este punto es donde, para mí, tiene cabida el lujo bien entendido. Apuesten por marcas contrastadas y buenos materiales, así podrán usarlas durante muchas temporadas y, si las combinan de forma inteligente, repetirlas tanto como quieran sin llegar a cansarse. Un buen ejemplo serían el clásico vestido negro, unos buenos “jeans” o una camisa blanca. 

A la hora de adquirir esas prendas sí merece la pena hacer un esfuerzo, ya que les sacarán mucho partido en el largo plazo. Y tengan en mente que el objetivo no es tener un vestuario interminable, sino un fondo de armario bien seleccionado y de calidad. Y, por cierto, ahora que la industria de la moda (y todos nosotros) somos cada vez más consciente de la importancia de la sostenibilidad, recuerden que ésta no sólo hace referencia al proceso de producción, sino también a la forma en que consumimos moda. Comprar menos y mejor, hacerlo de forma inteligente, también es sostenibilidad.

Atenas Hernández