La tristeza pasajera sin una razón aparente es un estado emocional natural en ciertos momentos de la vida. Aunque conviene distinguirla de la llamada tristeza permanente, es necesario gestionarla desde la aceptación y sin cuestionarla socialmente

Estar triste ¿sin motivo

‘Estoy lista para decir que estoy triste’. Con estas palabras explica Selena Gomez en el documental Mi mente y yo (Apple TV, 2022) cuál fue el punto de partida de una de sus canciones más famosas, Lose You to Love Me. “La escribí en menos de 45 minutos. Va sobre mí aprendiendo a elegirme a mí. A elegir la vida. A pesar de que mi vida era maravillosa, en el fondo estaba sufriendo”, afirma sobre el tema que se hizo viral en 2019 y sobre su contexto vital en ese momento. La actriz es uno de los rostros célebres que ha contribuido a visualizar –y normalizar– la tristeza y otros trastornos emocionales de los que no siempre se ha hablado en público. Precisamente la tristeza sin un motivo (socialmente) aparente es un estado del que a veces se habla con cierto sentimiento de culpa. 

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“El mensaje de ‘no hay salud sin salud mental’ ha calado mucho a nivel social, pero cuando hablamos de casos particulares, cuando se habla de un vecino, de un compañero o de un familiar, nos cuesta más. Parece que estar triste sin más es un atrevimiento. El ser humano tiende a juzgar aquello que no entiende y, aunque no solemos atrevernos a cuestionar un dolor de espalda, en el terreno psíquico la cosa cambia y con frecuencia escuchamos afirmaciones sobre cómo deberíamos sentirnos o si es legítimo sentirse así. Es cómo si tuviéramos que pedir permiso para estar tristes sin motivos obvios”, reflexiona la psicóloga clínica Brígida H. Madsen.

Cuando genera culpabilidad

Esa tristeza que no se asocia a un contexto negativo o a una experiencia traumática existe. Y cada vez es más habitual. Que este estado no tenga un origen evidente no significa que haya que restarle importancia hasta hacerlo casi desaparecer. Tal y como apunta el psicólogo José Elías, es una tristeza muy angustiosa “porque los seres humanos siempre necesitamos saber por qué nos pasan las cosas en nuestra vida, y más las negativas. El saber nos da seguridad y calma nuestras emociones”. Y cuando esa sensación de tristeza se produce en momentos en los que aparentemente todo va bien, “nos hace sentirnos alejados de la realidad, nos genera desesperanza e inseguridad y nos hace más vulnerables”, añade. Y también nos genera culpabilidad. “Cuando estamos tristes y las condiciones de vida que tenemos son buenas, pero nuestra forma de pensar es negativa y nos falta motivación, que los demás no entiendan que estamos tristes nos hace más daño, nos hace sentir culpables”, recuerda el experto. 

Son muchos los motivos que pueden llevar a esta situación y en muchos casos tienen que ver con niveles altos de autoexigencia, estrés, expectativas no cumplidas o “con la actitud que hemos tenido con nosotros. En ello la infancia juega un papel esencial y el aprendizaje que hemos realizado en esa etapa. También los miedos que no hemos afrontado y la percepción del pasado, sobre todo cuando es negativa”, añade. Las gafas de ver la vida no son iguales para todo el mundo y la percepción que se tiene de la misma realidad varía de una persona a otra. “Cada uno es único y eso quiere decir que podemos estar tristes por motivos muy diferentes. Lo que puede generar mucha tristeza a una persona, puede no afectar tanto a otra”, señala Marta Calderero, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya.  

La necesidad de reeducarse socialmente

Sea como fuere, es importante reeducarse socialmente para empatizar con los sentimientos ajenos. “Es imprescindible aprender a no juzgar el dolor de los demás. Así evitaremos invalidar los sentimientos de la persona que lo está pasando mal. Hay que desterrar comentarios como ‘no tienes motivos para estar así’. Estar al lado de esa persona y transmitirle que estamos allí para lo que necesite es el mejor apoyo emocional que podemos brindarle. Practicar la escucha activa para que pueda externalizar sus pensamientos y expresar cómo se siente también es muy útil. La tristeza forma parte de nuestra vida, es necesario hacerle un hueco en nuestras conversaciones para que adquiera normalidad”, señala Calderero. 

Cómo hacerle frente

Cuando ese altibajo emocional llega, la experta aconseja “actuar a cámara lenta. La reacción emocional es muy rápida, por eso el primer paso es ralentizar la escena que estamos viviendo para analizarla. Se trata de observar la situación desde fuera para identificar los desencadenantes que nos han hecho sentir así y los pensamientos que invaden nuestra mente cuando nos sentimos mal. Y sustituir las conductas encadenadas a la tristeza por otras más funcionales. Si cuando te sientes triste cancelas tus planes puedes optar por hacer un plan más tranquilo. Así tienes en cuenta tu emoción, la aceptas y respondes de manera adaptativa y funcional”. Para Brígida H. Madsen, “intentar negar o reprimir lo que sentimos, lejos de ayudarnos, nos predispone a que sea nuestro cuerpo el que lo manifiesta a través de síntomas somáticos”. Y como concluye José Elías, “lo importante es aprender a darnos cuenta de por qué sentimos esa tristeza, justificada o no socialmente, para afrontar la causa y poder aceptarla, procesarla e integrarla en nuestra vida, eliminando así los efectos negativos, ya sea solos o con la ayuda de profesionales, para aprender a vivir alegres.

¡Quiérete mucho!