Los desfiles de primavera-verano 2023 han coronado el negro como color principal, y se han dejado salpicar por referencias a la estética emo de los 2000
La moda no está bien. La temporada de pasarelas ha sido su forma de atestiguarlo. El emocore parece regresar hasta nosotras de la década de los 2000 para acompañar los tiempos que atravesamos marcados por la incertidumbre. El negro ha sido el color predominante, conviritiéndose en el hilo conductor para la primavera-verano 2023. Los meses más coloridos y estampados del año son ahora una noche oscura en la que las formas del paisaje que tenemos frente a nosotros se tornan invisibles, una metáfora de los tiempos de inestabilidad e incertidumbre social y climática que atraviesa el mundo. Incluso Valentino ha apagado sus paletas vitaminadas, dejando a sus invitadas, vestidas de riguroso fucsia monocromo, abandonadas y alejadas de su nueva sentencia estética.
La moda no está bien. Léase en inglés y con la voz de Gerard Way, vocalista de aquella banda que fue My Chemical Romance. Los preparacionistas de Balenciaga, uniformados con servoarmaduras sobre un lodazal, los encajes negros de inspiración historicista de Dior, los pesados abrigos de piel oscura en Saint Laurent, la lencería soñada de Morticia Addams en Dolce & Gabbana, o Prada que, además de elevar a su versión más deseable el utilitarismo de una paleta de negros, grises y ocres, abrió el desfile con una modelo con un flequillo negro asimétrico cubriendo uno de sus ojos, en un guiño evidente al estilismo emo de la década de los 2000.
Desfile Dolce & Gabbana P/V 2023. Gorunway.com
Qué fue el emocore: sonidos y contexto del ‘revival’
Hablar de emo es hablar de una estética a la que ya tocaba su turno de regreso, dado que las tendencias Y2K e incluso el estilo twee han tenido su momento dorado recientemente. Una estética imposible de entender sin la música que la retroalimentaba. Los 3 primeros LPs de My Chemical Romance, fueron clave y proporcionaron un imaginario visual para esta tribu social. Desde videos musicales como Helena al fenómeno estético que fue el álbum The Black Parade. Bandas como Fall Out Boy, Panic! At the Disco o Taking Back Sunday completaron el espectro mainstream del género y popularizaron la estética, pero este revival parece apelar más a sus bases fundacionales. Trae algo del intimismo de sonidos más underground, y con gran protagonismo de lo instrumental por encima de las letras, como los de American Football, Mineral, Brand New o Death Cab For Cutie. Una estética en la que el sentimiento de desorientación y aislamiento se expresa en canales menos estridentes y performáticos, como en las camisas grises abotonadas de Prada bajo vestidos lenceros de color negro.
Una manera de vestir, de llevar el pelo, que vuelve desde otras vías además de las pasarelas, como en el caso de una de las últimas apariciones de Billie Eilish. La experta en comunicación de moda Iria Domínguez nos explicas las razones tras el regreso de esta estética. “La primera razón es temporal, se lleva el primer Internet, el internet pre-redes sociales, ese mundo en el que no existía la identidad, utilizábamos nicknames y podías ser tú misma en la red y a la vez encontrar los mismos frikis a los que le gustaban los mismos grupos que a ti, los mismos fanzines, libros, valores culturales y un poco la misma estéticas”, explica Domínguez. “El rollo de los 2000 bling-bling está muy visto y creo que necesitamos un poco de underground otra vez.”
“Por otro lado, creo que la pandemia nos dejó bastante tocados, encerrados en nuestra habitación, que al final es el hábitat natural del emo. Vivimos una uniformización muy fuerte, salíamos a la calle solo para pasear, todo el mundo de chándal, uniformado. Y el emo es todo lo contrario porque busca un look que se aleje de lo que lleva todo el mundo pero desde un lado mucho más de moodboard. Tu look es la manera de transmitir todo lo que te gusta, los grupos que escuchas, los libros que lees, la pandilla a la que perteneces. Es una búsqueda de la individualidad pero también de la comunidad y del sentimiento de pertenencia”, añade. “Una tribu digital que se relaciona con ese Internet pre-algoritmo. El emo buscaba lo que le gustaba de manera más natural y orgánica, no forzada por el algoritmo. Para mí BeReal forma parte un poco de este resurgir del emo porque casi todo lo que se ve en la aplicación son habitaciones de adolescentes o gente jugando a videojuegos.”
La sensibilidad detrás del regreso del emocore
La vuelta de la estética emo tiene mucho que ver con el momento sociopolítico y climático que atravesamos y los sentimientos de incertidumbre y desorientación que despierta en nosotros. Comunidades de refugiados desplazadas por la guerra, el regreso de los temores nucleares, un sistema macroeconómico que es hostil para la mayoría de la población, el fantasma del hambre y la ansiedad climática no pueden sino filtrarse en la dimensión del arte y la estética. La fotógrafa de moda Josefina Andrés siempre realiza una lectura sensible y elocuente de esta expresión en la moda.
manera procede un luto. Un luto funerario por todas esas cosas que estamos perdiendo a una velocidad que asusta y que hace que te desencantes a un nivel político. Me recuerda mucho al año sin verano en el que Polidori escribió El vampiro o Mary Shelley escribió Frankestein. Fue un año en el que no hubo temperaturas cálidas ni ese momento de distensión en mitad del frío y de la angustia del resto del año. De alguna manera relaciono esta incertidumbre y esta angustia con ello, porque a lo mejor este año tampoco tenemos esa oportunidad de distensión.”
Desfile Dior P/V 2023. Gorunway.com
El regreso de las estéticas mainstream del enfado
Este pivotar de las colecciones de moda hacia los caminos del emo de los 2000 se encuadra en un comeback más amplio que nos trae de vuelta las estéticas rebeldes de aquella década. En la vertiginosa transformación de la familia más influyente de la moda, el clan Kardashian, destaca la vuelta a modelos de belleza eminentemente blancos, elitistas y de estética WASP. Su velada reivindicación del heroin chic ha traído aparejada la vuelta de los chicos de estética skatepunk. Una estética muy blanca que acompaña este clima de retrocesos sociales al que apuntaba Josefina Andrés.
La rebeldía del emo pecaba de individualista y apolítica. Al igual que otros movimientos culturales iniciados en la música como el edulcorado poprock o el skatepunk californiano de los 2000, que se plantaban frente a la falsedad de la sociedad de las apariencias y frente a fingir estar bien, pero olvidaban extender esa solidaridad hacia otras causas sociales. De hecho, en estas bandas solían brillar por su ausencia las chicas, las personas racializadas o cualquier otro atisbo de diversidad.
El skatepunk y el poprock cantaron largo y tendido a la salud mental. Sum41 con Perfect, Simple Plan con Welcome to My World o Adam’s Song de Blink-182 lo hicieron de una manera que resultaba en el momento bastante insólita, como un canto pionero por una nueva masculinidad que se manifestara sensible (cómo no pensar en el Boys Don’t Cry de The Cure que abrió camino ya en 1980). Pero la denuncia se ceñía a denunciar la hipocresía de la sociedad burguesa de los barrios residenciales, romper cosas y enfadarse con ancianas en videoclips.
“El emo fue una forma de reafirmar nuestra identidad rebelde adolescente. Una especie de enfado apolítico, de rebelde sin causa, contra tus padres y contra el sistema pero sin saber muy bien a dónde apuntar”, expone Andrés. “También era la primera vez que se hablaba abiertamente de ciertas emociones y cuestiones de salud mental que ya vamos normalizando, sinceramente creo que esto empezó allí. Ese normalizar estar mal o, incluso, romantizarlo, que es algo que podríamos discutir. En todo caso, tiene que ver con una desconexión de la realidad desde la invisibilidad, desde el no querer participar, el estar ausente respecto a lo que está pasando. ¿Por qué te vistes de negro en verano si hace calor? Eso no importa porque nos estamos aislando de la realidad”.
Mónica Brun
Dirección Editorial