Los broches de Wallis, Isabel II y Margarita, el anillo de Grace Kelly y por supuesto tiaras: todo lo que brilla está en la exposición Cartier del V&A Museum

Los broches de Wallis, Isabel II y Margarita, el anillo de Grace Kelly y por supuesto tiaras: todo lo que brilla está en la exposición Cartier del V&A Museum

La muestra dedicada a Cartier, el joyero de los reyes y el rey de los joyeros, recorre la evolución de su legado desde comienzos del siglo XX. Entre otras piezas, podrá verse la gargantilla serpiente de la Doña, uno de sus grandes iconos.

Los duques de Windsor llegaron a Madrid en junio de 1940 escoltados por sus mascotas. Un trío de carismáticos cairn terriers que fue eclipsado por el brillo de otro animal. La mujer por la que Eduardo VIII del Reino Unido se había apeado del trono se prendió de la solapa de su chaqueta un flamenco en pavé de diamantes, pico de citrino y plumaje de esmeraldas, zafiros y rubíes más largo que la palma de su mano. Era la primera vez que Wallis presumía en público de este broche de Cartier diseñado por la chispeante Jeanne Toussaint, directora creativa de la maison en la que el rey había comprado el solitario con el que pidió matrimonio a su tortolita antes de que esta se divorciara de su segundo marido, Ernest Aldrich Simpson.

Los duques de Windsor en un baile en Versalles en junio de 1953.
Ella, con el collar Tutti Frutti, una de las 500 piezas que se exhiben en Cartier, hasta el 16 de noviembre en el Victoria & Albert de Londres. 
Broche de platino con diamantes, zafiros y amatista (1933) 
Tiara Tutti Frutti con esmeraldas, rubíes y zafiros (1928) Vincent Wulveryck

El alfiler es uno de los más de 350 objetos que la firma francesa ha reunido en la exposición Cartier que acoge del 12 de abril al 16 de noviembre el Victoria & Albert Museum de Londres. Entre estas piezas destaca otro imperdible con forma de junquillo prestado por Carlos III. Fue concebido en 1953 para dar abrigo al excepcional diamante sonrosado Williamson. Una gema de 23,6 quilates que John Thorburn Williamson, propietario de la mina tanzana en la que fue hallada, le había regalado a Isabel II por su boda con el príncipe Felipe, el hombre que vivió a su sombra y caminó siempre dos pasos por detrás. Pero si alguien se sintió ensombrecida por la figura de su graciosa majestad —como los perritos de Wallis por el flamenco—, esa fue su hermana pequeña. La princesa Margarita también será recordada en Cartier con el broche en forma de rosa de 1938 que lució en la coronación de Lilibeth y que, fotografiado sobre un fondo azabache, protagoniza en solitario el cartel del monográfico, el tercero sobre el sello que se organiza en Inglaterra. Donde quiera que esté, la conocida popularmente como la Princesa Rebelde habrá alzado su copa para celebrar la victoria.

Escribanía con reloj de oro, plata, platino y esmalte con zafiros y diamantes (1908).

Hoy, el imperdible forma parte de la Cartier Collection, el fantástico archivo con diseños propios que la joyería fundó en 1983, tras una década recopilando creaciones, y que de nuevo exhibe, en parte, al público. Otras alhajas y bocetos provienen de los fondos del V&A Museum, museos nacionales e internacionales, cofres privados y la Royal Collection británica.

Clip en forma de pájaro de platino, oro amarillo, brillantes, diamantes y zafiros con esmeralda en cabujón (1942).

La muestra recorre la evolución del legado artístico y artesanal de la firma desde comienzos del siglo XX, época en la que LouisPierre y Jacques Cartier auspiciados por su padre, Alfred, convirtieron el negocio fundado en París en 1847 por su abuelo, Louis-François, en un referente internacional del sector joyero y relojero con la apertura de sucursales en Londres y Nueva York. La tiara Manchester del V&A Museum, montada en Francia en 1903 para una estadounidense casada con un inglés, encarna las aspiraciones de expansión de los tres hermanos. La alta demanda de sus productos impulsó que cada filial de la maison contara con sus propios talleres. La exposición Cartier, comisariada por Helen Molesworth y Rachel Garrahan, hace especial hincapié en la labor de los artesanos que trabajaron a orillas del río Támesis según los altísimos estándares de la casa matriz. A los clips de Isabel y Margarita —la reina se adornó con el suyo en el enlace de su primogénito, el entonces príncipe Carlos de Gales, y lady Diana Spencer—, se suman otras chucherías concebidas en Londres; como, por ejemplo, un broche escarabajo de clara influencia egipcia, la diadema halo con flores de loto de diamantes de la begum Om Habibeh Aga Khan III, otra de aguamarinas probablemente requerida para la coronación de Jorge VI, o el reloj de pulsera Crash que personifica la libertad artística y el inconformismo que definieron el Swinging London. Según la tradición, la caja de este modelo de 1967 se presenta como el resultado surrealista de un medidor del tiempo que ha sufrido un accidente. El reloj más aparatoso que recoge la muestra descansa sobre un tintero de inspiración rusa manufacturado en París en 1908. La creatividad actual de la marca se ejemplifica con otro de 2024 pensado como un mosquetón.

El cartel de la exposición es el broche en forma de rosa que la princesa Margarita lució en la coronación de Lilibeth. Donde quiera que esté, la Princesa Rebelde habrá alzado su copa para celebrarlo

Collar de oro, platino, brillantes, diamantes y amatistas con cabujón de turquesa, encargo especial de la duquesa de Windsor (1947).

La propuesta de Cartier y el V&A Museum, diseñada por el arquitecto y artista Asif Khan, permite al visitante ser testigo de cómo se fabrica hoy en día la pantera —uno de los símbolos de la maison — siguiendo técnicas de joyería centenarias. El motivo felino original (recreado con manchas de ónix sobre fondo de diamantes) se explica en la primera pieza que engalanó: el reloj de pulsera que creó Louis Cartier en 1914 inspirado por la ilustración de George Barbier en la que un jaguar negro descansa a los pies de una maniquí vestida con un atuendo grecorromano. La tarjeta fue esbozada como invitación para la muestra de perlas y joyas antiguas organizada por la firma ese mismo año. Otra obra expuesta que incluye la pantera (entre dos cipreses) es el vanity case equipado con espejo y compartimentos para lápiz de labios, polvos de maquillaje y cigarrillos. Una versión de 1928 del neceser que Louis Cartier había regalado tres lustros antes a Jeanne Toussaint.

Cartier impulsó su imagen de marca mediante técnicas de marketing pioneras que incluían exposiciones públicas, publicidad y cesión de piezas para eventos de sociedad y editoriales de revistas de moda. En la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de 1925, fue la única firma de joyería que mostró sus criaturas junto a los principales modistos en el Pavillon de l’Élégance.

Collar Patiala (1928).

María Félix resumió así su vínculo con la casa: “Verá, me gustan las joyas grandes, me gustan las piezas voluminosas. Cartier sabe hacerlas como nadie, ¡y elegantes!”

Alfred Cartier rodeado por sus tres hijos.

Con el arte abstracto en pañales, Louis, enemigo del art noveau y amante de la claridad del siglo XVIII galo y el estilo neoclásico, se aventuró en una nueva geometría introduciendo formas totalmente novedosas en el diseño de alhajas: simples cubos, polígonos o rombos que anunciaban el art déco. O, como ya hemos mencionado, animales. Los pájaros enjaulados de Cartier, símbolo de la ocupación nazi de Francia, o los diseñados con los colores de la bandera gala saliendo de su pajarera, una vez liberado París, también están representados en la muestra.

Tiara de platino, diamantes y aguamarinas de 1937 Vincent Wulveryck.
Broche de diamantes, esmeraldas, coral y esmalte (1925) 

La firma, conocida como “el joyero de los reyes y el rey de los joyeros”, no trabajó únicamente para las familias reales y aristocráticas. Con los años, impulsó su atractivo gracias a la devoción de destacadas figuras del mundo del cine, la música y la moda, los nuevos iconos de estilo de su época. En este apartado es imposible obviar el anillo de compromiso de Grace Kelly, de la Colección del Palacio del Príncipe de Mónaco, que lució en su última película, Alta sociedad (1956), antes de pasar por el altar con Raniero III, o la gargantilla serpiente que se le antojó a María Félix. La actriz mexicana resumió su vínculo con la casa: “Verá, me gustan las joyas grandes, me gustan las piezas voluminosas, y rápidamente me di cuenta de que Cartier sabía hacerlas como nadie ¡y sobre todo sabía hacerlas elegantes!”. Grandes, voluminosas y elegantes son también las pulseras flexibles de Gloria Swanson. La intérprete las vistió en al menos dos de sus cintas, De mutuo acuerdo y El crepúsculo de los dioses. Estos brazaletes con cristal de roca y brillantes montados en platino son menos coloristas que los adornos en forma de reptil de la Doña.

Brazalete flexible de platino, diamantes y cristal de roca que perteneció a Gloria Swanson (1930).

La capacidad de Cartier para combinar colores de forma audaz se demuestra con los ornamentos conocidos como Tutti Frutti (incluida la diadema Mountbatten, fabricada por Cartier Londres en 1928) o el babero de oro amarillo trenzado, amatistas, diamantes y turquesas de la duquesa de Windsor de 1947. A principios del siglo XX Cartier accedió a algunas de las piedras preciosas más importantes del mundo, en particular gracias a los viajes de Jacques a Oriente Medio, India y Sri Lanka, así como a sus selectos clientes y su red de distribuidores. Una pieza propiedad de la heredera estadounidense Barbara Hutton elaborada con una de las mejores colecciones de cuentas de jade que existen da fe de ello en la muestra. El collar ceremonial de diamantes y la gargantilla de 1928 encargados por el marajá de Patiala, Bhupinder Singh, escenifican la capacidad de Cartier para combinar tradición, creatividad y destreza técnica en un único objeto que refleja el estilo individual de sus devotos.

Collar con cuentas de jade, oro, platino, rubíes y diamantes de Barbara Hutton (1934).

Por Giu Menegazzo