Guste o no, nuestra imagen personal es una de nuestras principales herramientas de trabajo y puede conducirnos al éxito más rabioso… o cavar nuestra fosa y enterrarnos en el fracaso.

¿Es tan importante esa «famosa» primera impresión? ¿Somos víctimas de una sociedad en exceso superficial que juzga las personas más por la fachada que por su valía personal y profesional?

Apenas somos conscientes de la velocidad con la que «los otros» nos catalogan; basta una mirada o un cruce de palabras para determinar si alguien a quien acabamos de conocer podría ser el ejecutivo que estamos buscando, el amor de nuestra vida o un amigo para siempre.

La primera impresión deja una huella imborrable. Tanto que en muchas ocasiones no hay una segunda oportunidad. Refugiarnos en la excusa de que esto responde a una sociedad frívola o superficial no ayuda en absoluto. Tenemos que ser conscientes de lo que hay para aprovechar de las ventajas de esta realidad y evitar ser víctimas de un descuido irreparable. Son ‘los otros’ quienes nos definen y hay que controlar qué información les estamos ofreciendo. Retengamos este dato; ¡somos juzgados en muchas ocasiones entre treinta y sesenta segundos después de habernos conocido!

Transmitamos seriedad y distancia, proximidad y confianza, jovialidad y dinamismo. En función de la profesión que desempeñamos o del tipo de persona que nos entreviste, debemos proyectar nuestros valores pero de una forma empática con el otro. Esto es capital en la empresa, pero también en el deporte… y en la política. De igual forma que es inaceptable una foto de un futbolista de éxito drogándose, no es creíble que el CEO de una marca que pretenda vender lujo aparezca en una fiesta vistiendo una camisa con lamparones o con el pelo y la barba descuidados y sucios. Son ejemplos extremos. La realidad suele ser más gradual, y sutil. A veces, a pesar del aspecto impecable, basta un mal gesto -los inconscientes son los peores porque revelan lo que realmente llevamos dentro- para arruinar una entrevista de trabajo o un buen negocio.

Vivimos tiempos desenfadados en los que algunos dejan a su libre albedrío la forma de vestir, alejados del protocolo y a menudo con el objetivo de provocar. A diario vemos como personajes públicos asisten a toda clase de eventos, ataviados de maneras poco acordes  y deteriorando, descuidando su imagen personal.

Unas mínimas nociones de semiótica vendrían bien para no confundir sistemáticamente escenarios, códigos y contextos. Es evidente que nuestra imagen nunca puede ser un disfraz y sentirse cómodos es clave para que proyectemos naturalidad pero, dentro de nuestro estilo, es importante que respetemos algunos códigos necesarios para que la provocación que se busca no se convierta en un boomerang.

Un atuendo puede parecer casual o desenfadado… o no, siempre que tenga una voluntad de estilo y ‘cuadre’ con la situación. Si no es así, puede ser una catástrofe. La distancia entre un estadio y el otro a veces es mínima.

No todo vale

A un nivel más cotidiano, aunque no seamos políticos de primera fila o conocidos representantes del mundo del deporte, del arte o de las finanzas, hay aspectos que conviene no olvidar, como el conocer bien en qué tipo de situación nos encontramos y a qué personas nos dirigimos.

Proyectamos una imagen que arranca en nuestro físico y en la forma que tenemos de comunicar. En segundo término, se fortalece con todo aquello que dejamos ver de nosotros y termina por consolidarse con lo que los demás perciben e interpretan de nuestros actos. Mantenerla exige cuidados extremos, sobre todo en una sociedad en la que cada individuo lleva un teléfono que es a la vez cámara fotográfica y de vídeo y con el que cualquier acción desafortunada puede ser registrada y subida a las redes sociales, arruinando para siempre en segundos una reputación construidas a lo largo de años.

La comunicación… qué decimos y cómo lo hacemos

Aunque las palabras que utilizamos son muy importantes en el proceso comunicativo, porque revelan nuestro conocimiento, educación y respeto hacia los demás, la entonación y el lenguaje corporal son aspectos aún más determinantes.

Para potenciar la imagen deseada, se debe mantener una total coherencia entre los cuatro canales de información que se utilizan al transmitir cualquier mensaje: el físico, o la apariencia exterior, la voz, su tono y su modulación, los gestos, el movimiento del cuerpo y la comunicación no verbal y, por último, la indumentaria.

Bienvenidos a una nueva edición donde la imagen siempre esta trabajada y presente, en portada una ex top model icono del mundo fashion Dolores Trull en una entrevista todo … la muerte repentina del fotógrafo Demarchelier, , la Crononutrición nos habla de la importancia que tienen los horarios de nuestra comidas, la autoestima y el valor que tiene sobre nuestra imagen, como siempre el estilo esta acá esperándote, para que disfrutes de imagen y contenido de excelencia, tal como te hablé antes la imagen es una caja muy  bonita , elegante, y distinguida, de un material noble que puede ser papel cartón o una simple pantalla, lo importante siempre es el contenido, y aquí te lo brindamos para que lo disfrutes.

Felices Pascuas de Resurrección

Mónica Brun

Dirección Editorial